
- Mi voz ha huido.
Pero “H” no siempre fue muda. Voz estaba sujeta con un cordón a su garganta. Solían caminar por el parque todas las tardes, Voz tenía que orinar ahí, o de lo contrario la casa de “H” olía muy mal – no existe un aroma peor que el emitido por los orines de una voz -. Cierto día, una ardilla corrió a esconderse entre las ramas de un árbol, así que “H” se acostó sobre el césped para poder verla, Voz aprovechó la distracción de “H” y después de morder el cordón que la ataba a la garganta, escapó. Voz dice que nunca le gustaron los pétalos con sabor amargo que le daba de tomar “H” las tardes lluviosas después de jugar dominó con el Señor “B”. A “H” nunca le ha gustado el café, curioso es que los pétalos tengan sabor a café con un toque de canela, tal vez por eso tampoco le agrada la idea de consumir pétalos. Aún así, lo cierto es que el armario que se puede ver en su cuarto, ese extraño rectángulo adornado con un botón de cuatro agujeros, siempre ha estado repleto de pétalos. Es por eso que Voz huyó de “H”, es increíble lo que unos cuántos pétalos con sabor acre le pueden hacer a una voz. Para encontrar pronta resignación a su estado de mudez, “H” se hace practicar psicoanálisis con un tipo llamado Sigmund. No hay mal que por bien no venga, y tal vez por eso los días que no visita a ese tal Sigmund – oh perdón, al doctor Sigmund – “H” va a la casa de su amiga “C”. En verdad le han de estar ayudando los psicoanálisis, pues se rumora que con “C” sí habla chido.
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