martes, 22 de diciembre de 2009

Capítulo 22, 23 (pero sin Berthe Trépat)

Verla sentada sobre un cómodo sofá, mascando tabaco y esa tristeza olvidada, viendo correr la tinta de un papel blanco (más bien amarillo) hacia la puerta. No regresará sino hasta las once, doce. Estará

Mascando en las tardes esa tristeza olvidada

Uno de los muchos datos que nos ha permitido descubrir el Hubble (no es un dentrífico, aunque tenga el nombre de uno, es como si tienes el nombre de una puta o de kierkegaard y no desarrollas las funciones propias de cada especie, por decirlo de alguna forma)es que las galaxias se están alejando unas de otras y por consiguiente toda la materia del universo. Sería lindo ver cómo los fotones tienen que salir cada vez de casas más alejadas porque los cuerpo se dieron cuenta (¿cuenta?) de que no tiene sentido saludar al vecino de junto (ese que tiene un perro que asusta a las gatitas de otros vecinos), que ese saludo, si se le estudia serenamente, es también un tipo de soledad (lástima que aquí no aplica lo que dijo Bécquer). Sí, ellos han entendido que son como dos árboles que crecen paralelamente, aunque algunas de sus ramas se toquen, sus troncos son inconciliables. Al parecer una de las cosas que siempre está ahí, no importa qué tan lejos se muden, es la materia oscura, maldita masa invisible para hacer pizza.

Pi

La madre observa la cama destendida y ordena: Tiende tu cama. El hijo la tiende. La madre examina las sábanas y dice: Lo has hecho mal. Y después ordena: Tiende tu cama. El hijo tiende su cama, esta vez tarda un poco más. La madre examina y comenta: La has vuelto a tender mal. Tiende tu cama. El hijo tiende su cama, la madre examina y dice: La has tendido mal. Y ordena: Tiende tu cama.

Creo que el hijo sabe que nunca podrá tender bien su cama, aunque lo intente una vez tras otra. A no ser que el hijo sí pueda tender adecuadamente una cama, pero por alguna razón que no comprende – o tal vez sí – la tiende mal. Si sabe que nunca podrá tenderla bien aunque lo intente, su vida es algo triste. Pero si por el contrario, tiene la capacidad de tenderla bien, pero comete errores por libremente, habrá triunfado. Una tercera opción: Tiene la capacidad para tender una cama pero no sabe que la tiene, y en algún punto de su vida la descubrirá, y cuando lo haga tal vez la tienda bien, a no ser que entonces decida tenderla mal. Lo cierto es que el hijo no tiende la cama bien, o no lo hace cumpliendo los criterios de evaluación de la madre, si es que tiene alguno, y la madre después de examinar dice algo como: “La has tendido mal” y después : “Tiende tu cama”.

Tender una cama es realmente difícil, por lo que – aunque sea su deseo tenderla una y otra vez – debe estar agotado. Este punto es muy verosímil, tomando en cuenta que no ha consumido algúna clase de alimento ni se ha detenido para dormir. La madre también debe estar cansada, ha estado de pie, esperando a que el hijo tienda satisfactoriamente la cama.

Por otro lado, no tengo algo que sea ajeno a esta escena, que pueda utilizar como parámetro de movimiento o tiempo, por lo que no estoy seguro de saber si el hijo ha pasado algunos años tratando de tender la cama, o si tan sólo han pasado minutos u horas.

Supongo que el hijo cree que morir será la única salvación, porque está muriendo. Tal vez piensa que cuando muera y no halla quien tienda la cama, la madre tendrá que morir también, esto en caso de que sí pueda tender una cama bien, pero fracasa apropósito. Si en cambio, aunque se esfuerza no consigue el triunfo, quizá cuando muera la madre consiga a alguien más para que tienda la cama, o al menos lo intente.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Mariguanos en un terreno baldío, frente a lo que especulo con Arturo, fue en algún momento la casa de un vagabundo

- Toma unas piedras para aventárselas por si nos intenta morder.

- Pero ya no hay. Creo que ha llegado al punto (5,14) en el que todas las piedras le han sido arrojadas (4,18) (4,19) (5,18) (5,19) (6,18) (6,19) de tal modo que para tomar una y lanzársela debemos pasar por donde él está (5, 16).

- Pues no, ahí hay una.

- Coño, no entiendes nada.

Llorona, llévame al Río

Sentado frente a un árbol, esperando al viento vespertino. Esperando a que baje corriendo de la montaña, con la risa del manantial que nace. Pasa junto al que camina, junto al ermitaño que toma las manzanas de un árbol; avanza refrescando y aliviando. Apaga una vela que ilumina la sala en la que una mujer seca sus lágrimas con un pañuelo muy delgado. Acompaña al ave que entra por mi ventana antes de que duerma, para cuidar que mis párpados no se abran antes del alba. Espero al viento vespertino que baja corriendo de la montaña, que después de acariciar mi nuca avisando su llegada, toma las hojas del árbol y las conduce bailando al campo en donde terminarán de secarse, ansiando encontrar la sombra de un árbol, o el murmullo de un río.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Pi

La madre observa la cama destendida y ordena: Tiende tu cama. El hijo la tiende. La madre examina las sábanas y dice: Lo has hecho mal. Y después ordena: Tiende tu cama. El hijo tiende su cama, esta vez tarda un poco más. La madre examina y comenta: La has vuelto a tender mal. Tiende tu cama. El hijo tiende su cama, la madre examina y dice: La has tendido mal. Y ordena: Tiende tu cama.

Creo que el hijo sabe que nunca podrá tender bien su cama, aunque lo intente una vez tras otra. A no ser que el hijo sí pueda tender adecuadamente una cama, pero por alguna razón que no comprende – o tal vez sí – la tiende mal. Si sabe que nunca podrá tenderla bien aunque lo intente, su vida es algo triste. Pero si por el contrario, tiene la capacidad de tenderla bien, pero comete errores por voluntad propia, habrá triunfado. Una tercera opción: Tiene la capacidad para tender una cama pero no sabe que la tiene, y en algún punto de su vida la descubrirá, y cuando lo haga tal vez la tienda bien, a no ser que entonces decida tenderla mal, pero esta opción es algo ilógica y la dejaré de lado, al menos por un momento, siempre y cuando decida regresar a ella. Lo cierto es que el hijo no tiende la cama bien, o no lo hace cumpliendo los criterios de evaluación de la madre, si es que tiene alguno, y la madre después de examinar dice algo como: “La has tendido mal” y después de algunos segundos: “Tiende tu cama”.

Tender una cama es realmente difícil, el hijo lo hace perpetuamente, por lo que – aunque sea su deseo tenderla una y otra vez – debe estar agotado. Este punto verosímil, tomando en cuenta que no ha consumido algúna clase de alimento ni se ha detenido para dormir. La madre también debe estar cansada, ha estado de pie, esperando a que el hijo tienda satisfactoriamente la cama.

Por otro lado, no tengo algo que sea ajeno a esta escena, que pueda utilizar como parámetro de movimiento o tiempo, por lo que no estoy seguro de saber si el hijo ha pasado algunos años tratando de tender la cama, o si tan sólo han pasado minutos u horas.

Supongo que el hijo cree que morir será la única salvación, pues está muriendo. Tal vez piensa que cuando muera y no halla quien tienda la cama, la madre tendrá que morir también, esto en caso de que sí pueda tender una cama bien, pero fracasa apropósito. Si en cambio, aunque se esfuerza no consigue el triunfo, quizá cuando muera la madre consiga a alguien más para que tienda una cama, o al menos lo intente.

lunes, 9 de noviembre de 2009


sábado, 7 de noviembre de 2009

domingo, 11 de octubre de 2009

Adèle recostada mira una Puerta


Caminaba a través de un jardín, ayudando a una anciana a recolectar flores para algún funeral que se llevó a cabo un miércoles de octubre en un año bisiesto.

Camina a través de un jardín, recolectando flores para adornar el pálido florero que reposa junto a la ventana de terciopelo.

Caminará a través de un jardín, acompañada por alguien joven que toma las flores que le son indicadas. Terminarán cubriendo su pecho cuando el último aliento se haya despedido.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Yer Blues

El estar ahí parado, escuchando cómo los soniditos escapaban de tus cuerdas, y sentir cómo se caía una escalera. Los poemas se van sin despedirse junto movimientos labiales, que más bien son como calambres. Y algunas veces regresan, pero primero debo dejar que mi mano izquierda tome la espina oxidada de alguna de las sillas que tenían tu nombre - que aun lo tienen, pero no podrán ser entregadas - y dibujar una silueta, sólo así regresan, como emanados de la brisa azul que camina con una extraña solución salina.

Y las rodillas colapsan cuando se cruza tu cabello cubriéndote la espalda, o cuando tu cara aparece sobre el horizonte, que es una línea que mientras caminas hacia ella se aleja. Y en el pasillo alguien se acerca y lo recibes con más alegría de la que me recibirás algún día, y yo escondido detrás de una pequeña manzana verde espero que cuando me veas encuentres las palabras que no digo y las guardes en una pequeña bolsita de tela muy suave.

Y como dijo Adèle: si l'amour n'est pas moi, au moins laissez-moi vous aime. Sólo pido uno o dos de siete. Ya sabes, estar sobre una colina con un pasto verde que le cante a las flores.

Un poco después traté de encontrar algo que me atara a la membrana, y sólo encontré tres cordones muy delgados, de los cuales uno podría regresarme a la antesala del jardín, incluso podría abrir la puerta que me separa del lago, pero aún no sé si podrá resistir mi cuerpo lánguido y gris. Porque el problema que más me afecta es no saber que pasará mañana, porque si algo tiene solución no hay por qué preocuparse, tampoco si no la tiene, pues ya no habría qué hacer, todo se derrumba y ya. Pero no saber si no te vas preocupar por que tiene solución o porque no la tiene es el verdadero encierro, y la pregunta te visita en la noche o a cualquier hora en la que quieras dormir y te golpea un costado con alguno de tus miembros mutilados marchitos, y la migraña regresa y no quieres tomar pastillas porque así tu cuerpo se vé igual que tu mente, inflamada y como el señor Jones de Bob Dylan.

martes, 6 de octubre de 2009

lea lealealealealealealealealea lea

si l'amour n'est pas moi, au moins laissez-moi vous aime

Son las cuatro diecisiete de la mañana, y comprendo que entre los absurdos pensamientos que desfilan dentro de mi mente mientras no logro dormir, veo tu rostro y tus labios con forma de sonrisa. Deseo que el árbol que se asoma en mi ventana recite tu nombre. Agnès ha subido a mi cama y juega con los dedos de mis pies, limpia un poco la intensa migraña que me abraza y recuesta su cabeza sobre mi almohada. Y aunque es posible que sólo duerma dos horas, apagaré el despertador y apresuraré a mi padre con la esperanza de que en el viaje al salón de física o inglés te cruces en mi camino y sienta el ausente saludo entre nuestras pupilas; apagaré el despertador con la esperanza de ver tu cabello cubriéndote la espalda, que se aleja como si huyera de algo, o de nada, de mí.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Parfois, le Dimanche



Haz clic en la imagen.

Algo sobre: Algunas veces los domingos (parfois le dimanche)

Es el texto que está en la imagen de arriba, por si no la vieron del modo del que lo escribí.

Parfuá le dimonch.

Como la vezen la que caía de las escaleras.

- Jesús, ayúdame, estoy cayendo de las escaleras.

Jesús, ayúdame, estoy cayendo (¿o será callando?) (yo creí que estaba escribiendo) de las escaleras (de la caída de estas, quiero decir) (y de Jesús) (pero no el jesús que estás - o están, imposible saberlo - pensando) (sino otro) (uno que no estás - ya saben el resto, coño - pensando) (un golpe) (o al menos un conjunto de signos - llamados letras - ordenados según reglas específicas, de tal modo que representen de un modo muy raro "un golpe")

Si fuera algunas veces las letras de los domingos, "un golpe" algunas veces tal vez me habría dolido los domingos; aunque creo que las letras algunas veces no tienen terminaciónes nerviosas los domingos.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Una gatita que anda por ahí

- La mitad de las cosas que dice Agnès no tienen sentido. Es por eso que debo medir lo comunicado y cortarlo exactamente por la mitad.

- ¿Cómo reducir uno o dos maullidos a la mitad?

Paso uno: Tomas un huevo
Paso dos: Lo lanzas contra un par de lentes
Paso tres: Esperas a que todo enfríe y lo sirves acompañado por galletitas cuando nos visite tia Consuelo.

Nota: Si crees que esto es arte, un zapato como de los que come Charlot o una morsa, repite los pasos hasta que de la gotera de tu cuarto se asome un pliego de papel bond color azul.

sábado, 15 de agosto de 2009

De las Bienaventuranzas

Dichosas las nubes cargadas de lluvia, porque ellas podrán comer helado de vainilla en el funeral de mi padre.

Dichosas las letras "R" porque ellas siempre tendrán un coño sobre el cual llorar cuando todos los vellos faciales devoren el picaporte de mi puerta.

Dichosos los que se mudan a Playa del Carmen, porque ellos siempre tendrán una habitación en mi tobillo izquierdo.

Dichosos los vasos de vidrio, porque ellos compondrán la máquina fotocopiadora del obeso señor de la camisa rosa.

Dichosas las opciones, porque nadie las recordará una vez que hayan cambiado de nombre.

Dichosos los focos incandescentes, porque ellos nunca serán azules.

Dichosos los que son como Bob Esponja, porque ellos encontrarán a la felicidad comiendo cajas de cartón sobre el cadaver del otoño que reposa junto la mesa.

El perrito o no, de Amparito

Creo que soy un perro. Y digo que creo porque frente a mí está alguien sentado sobre una silla y dice:

- Ven, perro.

Lo que me hace dudar de ser o no un perro, es que si lo fuera tal vez iría con él, pero no voy.

lunes, 10 de agosto de 2009

Esa gata es algo que no puedo explicar

- ¿Sabes dónde está Agnès?
- Creo que ha salido, una ventana está abierta.

Aunque siempre regresa, no puedo evitar pensar que no volveré a ver sus pequeñas patitas recorrer el pasillo.

viernes, 3 de julio de 2009

De los diagnósticos y fármacos

Siendo honesto, puedo decir que el hecho de ser médico me desagrada, y es que vamos ¿A quién le gustaría la idea de estudiar al cuerpo humano y sus patologías, peor aún, tener que mantener contacto con desconocidos que padecen enfermedades, en muchos casos altamente contagiosas, y que esperan ser curados, o de lo contrario se le hace responsable al médico? Y es que cuando nuestros pacientes mueren, los familiares dicen que no hay otro culpable que el médico, ¡Nosotros! precisamente quienes ponemos al servicio de personas extrañas y que no debería importarnos su existencia, todos los conocimientos de los que podemos disponer, cuando en realidad el responsable es el enfermo mismo, pero nadie lo acepta, siempre es más fácil culpar a alguien más o esperar a que alguna clase Dios nos salve.

Tal vez ustedes se pregunten esto: Si dices odiar tu profesión, ¿Por qué entonces decidiste estudiar medicina, sabiendo de ante mano que tu trabajo y vida girarían en torno al medio que ya has descrito? Yo les respondo así: No es que ignorara la labor de un médico, de hecho gran parte de mi familia se ha dedicado a la medicina, pero el problema es que ustedes no ven la cuestión desde la perspectiva de la cual hablaré, y por la que incluso estudié medicina. Para exponer esta cara de la medicina, formularé las siguientes preguntas: ¿Qué ser es el que tiene más valor en el planeta? El humano ¿Qué es lo más importante para el humano? La vida ¿Cómo cuidar a la vida cuando esta peligra? Aquí es donde yo entro, y no es que importe cuidar la salud de todas las personas, sino que yo mismo soy humano y debo cuidar mi vida, pero tomando en cuanta que los médicos cobramos sumas exageradas de dinero – exageradas porque en realidad nuestro trabajo no requiere un gran esfuerzo físico – decidí ahorrar dinero y curarme a mí mismo. Aparece ahora un problema por el que algunas veces, se llega a hablar mal de un médico: Las tarifas que manejamos. Y como deje, no es que desgastemos nuestros cuerpos o tengamos que pensar como filósofos para redactar un diagnóstico. El cobro tan elevado se enfoca principalmente a que nuestro trabajo es odioso, así que en cierta forma compartimos nuestra infelicidad con quienes no son médicos, y les quitamos de una forma arbitraria – aunque legal – gran parte de sus sueldos.

Si analizan lo ya expuesto, podrán descifrar que la razón principal por la que alguien se decide a ser médico es la siguiente: Tomando en cuenta el alto costo que exigen todos los médicos por consulta, y que nosotros somos humanos y por lo tanto debemos cuidar nuestra salud, se estudia medicina – hecho que en la práctica provoca odiar nuestra vida – para que cuando nos enfermemos podamos curarnos sin tener que acudir a alguien, y así vivir más tiempo, aunque esto signifique seguir siendo médicos y por lo tanto, detestar nuestra vida.

miércoles, 1 de julio de 2009

Muda


- Mi voz ha huido.

Pero “H” no siempre fue muda. Voz estaba sujeta con un cordón a su garganta. Solían caminar por el parque todas las tardes, Voz tenía que orinar ahí, o de lo contrario la casa de “H” olía muy mal – no existe un aroma peor que el emitido por los orines de una voz -. Cierto día, una ardilla corrió a esconderse entre las ramas de un árbol, así que “H” se acostó sobre el césped para poder verla, Voz aprovechó la distracción de “H” y después de morder el cordón que la ataba a la garganta, escapó. Voz dice que nunca le gustaron los pétalos con sabor amargo que le daba de tomar “H” las tardes lluviosas después de jugar dominó con el Señor “B”. A “H” nunca le ha gustado el café, curioso es que los pétalos tengan sabor a café con un toque de canela, tal vez por eso tampoco le agrada la idea de consumir pétalos. Aún así, lo cierto es que el armario que se puede ver en su cuarto, ese extraño rectángulo adornado con un botón de cuatro agujeros, siempre ha estado repleto de pétalos. Es por eso que Voz huyó de “H”, es increíble lo que unos cuántos pétalos con sabor acre le pueden hacer a una voz. Para encontrar pronta resignación a su estado de mudez, “H” se hace practicar psicoanálisis con un tipo llamado Sigmund. No hay mal que por bien no venga, y tal vez por eso los días que no visita a ese tal Sigmund – oh perdón, al doctor Sigmund – “H” va a la casa de su amiga “C”. En verdad le han de estar ayudando los psicoanálisis, pues se rumora que con “C” sí habla chido.

viernes, 19 de junio de 2009

Yo sí sé dónde vive el señor Barrett

En un pequeño cajón de madera color sepia, dentro del mueble que está junto a mi cama.

Todas las noches de lluvia abro el cajón para darle galletitas Oreo y un poco de leche. Algunas veces lo escucho reir, normalmente cuando no cierro bien el cajón y los triángulos - que buscan sostenes para los senos - se asoman para ver cómo esparse tulipanes de papel por el suelo.

Del canto de Schopenhauer


Cuando golpea la puerta con sus patas, significa que quiere salir. Es entonces cuando dejo mi silla, giro la perilla y una vez que está afuera, recorre los jardines o el parque. No temo que alguien la aparte de mí, pues aunque nadie lo desee así, todos tienen una. El día que descubres que ha estado viviendo contigo, que la has alimentado sin siquiera percatarte de ello, te sientes solo y triste. Ella siempre busca algún objeto, y al estar atada a ti, en cierto modo tú deseas lo mismo que ella. El problema es que una vez encontrado lo que se estaba buscando, ella no se siente satisfecha y busca qué buscar, es por eso que siempre se siente vacía y por lo tanto, hace que nosotros sintamos ese vacío también. Todo parece terminar al morir, pues es entonces cuando huye en busca de otro tipo con casa amueblada de dos pisos.

Algo sobre la partida de Rafael


"...y cantarán en las noches de jazmin perfumadas."


Como las hojas de un árbol, que caen motivadas por la brisa. Que se mecen suavemente, llorando, buscando resignación. Brilla aún en ellas la esperanza de que en otoño puedan secarse rodeadas de las hojas con las que tomaron los cálidos vientos primaverales, pero la brisa de octubre ha de separarlas, para que se deshidraten cubiertas con la sombra de extraños árboles, sepultados bajo tímidas hojas húmedas.

Algo sobre la partida de Rafael

Como las hojas de un árbol, que caen motivadas por la brisa. Que se mecen suavemente, llorando, buscando resignación. Brilla aún en ellas la esperanza de que en otoño puedan secarse rodeadas de las hojas con las que tomaron los cálidos vientos primaverales, pero la brisa de octubre ha de separarlas, para que se deshidraten cubiertos con la sombra de extraños árboles, sepultados bajo tímidas hojas húmedas.

Mientras mis letras lloren Lentamente


La madre observa la cama destendida y ordena: Tiende tu cama. El hijo la tiende. La madre examina las sábanas y dice: Lo has hecho mal. Y después ordena: Tiende tu cama. El hijo tiende su cama, esta vez tarda un poco más. La madre examina y comenta: La has vuelto a tender mal. Tiende tu cama. El hijo tiende su cama, la madre examina y dice: La has tendido mal. Y ordena: Tiende tu cama.

Creo que el hijo sabe que nunca podrá tender bien su cama, aunque lo intente una vez tras otra. A no ser que el hijo sí pueda tender adecuadamente una cama, pero por alguna razón que no comprende – o tal vez sí – la tiende mal. Si sabe que nunca podrá tenderla bien aunque lo intente, su vida es algo triste. Pero si por el contrario, tiene la capacidad de tenderla bien, pero comete errores por voluntad propia, habrá triunfado. Una tercera opción: Tiene la capacidad para tender una cama pero no sabe que la tiene, y en algún punto de su vida la descubrirá, y cuando lo haga tal vez la tienda bien, a no ser que entonces decida tenderla mal, pero esta opción es algo ilógica y la dejaré de lado, al menos por un momento, siempre y cuando decida regresar a ella. Lo cierto es que el hijo no tiende la cama bien, o no lo hace cumpliendo los criterios de evaluación de la madre, si es que tiene alguno, y la madre después de examinar dice algo como: “La has tendido mal” y después de algunos segundos: “Tiende tu cama”.

Tender una cama es realmente difícil, el hijo lo hace perpetuamente, por lo que – aunque sea su deseo tenderla una y otra vez – debe estar agotado. Este punto verosímil, tomando en cuenta que no ha consumido algúna clase de alimento ni se ha detenido para dormir. La madre también debe estar cansada, ha estado de pie, esperando a que el hijo tienda satisfactoriamente la cama.

Por otro lado, no tengo algo que sea ajeno a esta escena, que pueda utilizar como parámetro de movimiento o tiempo, por lo que no estoy seguro de saber si el hijo ha pasado algunos años tratando de tender la cama, o si tan sólo han pasado minutos u horas.

Supongo que el hijo cree que morir será la única salvación, pues está muriendo. Tal vez piensa que cuando muera y no halla quien tienda la cama, la madre tendrá que morir también, esto en caso de que sí pueda tender una cama bien, pero fracasa apropósito. Si en cambio, aunque se esfuerza no consigue el triunfo, quizá cuando muera la madre consiga a alguien más para que tienda una cama, o al menos lo intente.

Campo de trigo con Cuervos


Deseaba despertar acompañado por el canto de un ave, que sus dulces melodías retiraran la onírica sábana que me cubre por las noches.

Construí una cajita de madera. Le hice agujeritos para que pudiera respirar el ave que habitara, también le añadí una pequeña puerta de madera.

Me encaminé hacia la montaña, en busca de un animal. No caminé mucho hasta encontrar un nido en el que había aves sin mucho tiempo de haber nacido. Sus padres no estaban ahí, así que tomé a uno de esos pájaros y lo coloqué en la cajita. Todas las mañanas cantaba y me despertaba, tal como lo deseaba. Le colocaba semillas en un platito, y agua en un vasito, le leía hermosos cuentos de hadas para que se adormeciera al escuchar mi voz. El ave se alimentaba bien y las pocas veces que logré verlo por entre los espacios previstos para su respiración, pareció sonreír.

Adapté un pequeño balcón a la ventana de mi cuarto, para sostener ahí la cajita y que el ave sintiera la brisa que nos visitaba desde la pradera. Era la primera vez desde su encierro que veía el cielo, así que lo contempló largo rato, hasta que una parvada cruzó las nubes, fue entonces cuando quiso volar también. En los días siguientes se escucharon golpes dentro de la cajita, el ave trataba de elevarse, pero se golpeaba contra las paredes. Creo que ese fue el instante en el que se decidió por no comer. Aunque todos los días tomaba la bolsita de tela en donde guardaba las semillas para rellenar su platito, éste nunca estaba vacío.

Después de un tiempo su canto se tornó lánguido, hasta desaparecer por completo, fue por eso que decidí liberarlo, pues su razón de estar ahí carecía de sentido. Abrí la puerta de la caja y tomé al ave entre mis dedos, desplegué la persiana y dejé que volara. Al cruzar el umbral de la ventana me pareció que lloraba, pero un poco más adelante y a causa de su desnutrición, no pudo sostener el vuelo y cayó sobre un lago de escoria. Pudo ver aún cómo los cuervos devoraban su hígado y limpiaban la sangre en sus plumas de bellos tonos amarillos. El ave calló entonando ese dulce canto de eternidad y muerte.

El baño


Nadie está aquí.

Somos tres, uno sentado al borde de la cama, otro acostado en el suelo y yo. Comentarios pueriles y estúpidos. Alguien se levanta del suelo y camina hacia mí, no vi cuando entró.

- ¿Me prestas tu baño?
- No, siempre te lo robas

Sería más fácil si tuviera esquizofrenia, así al menos se sentiría un poco real