
Deseaba despertar acompañado por el canto de un ave, que sus dulces melodías retiraran la onírica sábana que me cubre por las noches.
Construí una cajita de madera. Le hice agujeritos para que pudiera respirar el ave que habitara, también le añadí una pequeña puerta de madera.
Me encaminé hacia la montaña, en busca de un animal. No caminé mucho hasta encontrar un nido en el que había aves sin mucho tiempo de haber nacido. Sus padres no estaban ahí, así que tomé a uno de esos pájaros y lo coloqué en la cajita. Todas las mañanas cantaba y me despertaba, tal como lo deseaba. Le colocaba semillas en un platito, y agua en un vasito, le leía hermosos cuentos de hadas para que se adormeciera al escuchar mi voz. El ave se alimentaba bien y las pocas veces que logré verlo por entre los espacios previstos para su respiración, pareció sonreír.
Adapté un pequeño balcón a la ventana de mi cuarto, para sostener ahí la cajita y que el ave sintiera la brisa que nos visitaba desde la pradera. Era la primera vez desde su encierro que veía el cielo, así que lo contempló largo rato, hasta que una parvada cruzó las nubes, fue entonces cuando quiso volar también. En los días siguientes se escucharon golpes dentro de la cajita, el ave trataba de elevarse, pero se golpeaba contra las paredes. Creo que ese fue el instante en el que se decidió por no comer. Aunque todos los días tomaba la bolsita de tela en donde guardaba las semillas para rellenar su platito, éste nunca estaba vacío.
Después de un tiempo su canto se tornó lánguido, hasta desaparecer por completo, fue por eso que decidí liberarlo, pues su razón de estar ahí carecía de sentido. Abrí la puerta de la caja y tomé al ave entre mis dedos, desplegué la persiana y dejé que volara. Al cruzar el umbral de la ventana me pareció que lloraba, pero un poco más adelante y a causa de su desnutrición, no pudo sostener el vuelo y cayó sobre un lago de escoria. Pudo ver aún cómo los cuervos devoraban su hígado y limpiaban la sangre en sus plumas de bellos tonos amarillos. El ave calló entonando ese dulce canto de eternidad y muerte.
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